LIMITES Y BERRINCHES [Primera Parte]
- HAPPY CHIC [K.I.D.S]
- 22 abr 2019
- 3 Min. de lectura
La mirada hacia nuestros hijos debe ser siempre desde el respeto, amor y confianza.
La falta de atención o una constante mirada de desaprobación es una actitud violenta hacia el niño.
Hay que valorar sus capacidades y potencial y no enfocar su mirada en lo que no logra hacer o hace mal.

El mal comportamiento de un niño siempre manifiesta algo. Su enojo y malestar se debe
a algún motivo y es responsabilidad del adulto acompañarlo.
Es importante tratar de entender qué le está sucediendo, para esto podemos pensar si hay algo en su rutina que cambió, algún suceso familiar que lo pueda estar afectando o incluso pensar en que se esté manifestando contra un adulto que ejerce inadecuadamente su rol de autoridad.
A través de las palabras también podemos condicionar la manera en que los niños
construirán su propia imagen. La misma se va creando desde muy chicos y por cientos de
frases, actitudes y gestos que provienen de otras personas. Los niños escuchan los
comentarios acerca de cómo son y cómo los ven los demás. Por esto, los mensajes que
reciben son muy importantes ya que permitirán sentirse valioso, buenos y capaces o, por el
contrario, pensar que son malos e incapaces.
La manera en que tratamos y educamos a nuestros niños impactará directamente en
nuestra sociedad cuando ellos sean adultos. La violencia, en todas sus formas, perjudica la
salud física y emocional, el desarrollo cognitivo, la autoestima y debilita y dificulta las relaciones interpersonales. Tenemos la responsabilidad y oportunidad de criarlos para que sean adultos libres comprometidos con la igualdad, el fin de la violencia y la tolerancia a la diversidad.
El miedo no educa. Por el contrario, daña al niño, por más que este obedezca.
Con miedo, los niños se vuelven sumisos. Quedan sometidos a un poder que le produce una sensación de temor permanente.
El grito, el chirlo o el golpe es el desborde de un adulto ante una situación que le impide pensar y lo supera. El niño percibe ese desborde, que, lejos de educarlo, lo asusta y entristece.

Ejemplos de conductas que se deben evitar:
• ¡Ay que flojito que sos”
• “Te voy a dar”
• “Vas a cobrar”
• “Si sigues portándote mal, te dejo solo”
• “Si seguís haciendo lío mamá no te va a querer mas”
• “No tengo tiempo”
• “Estoy ocupado para eso ahora”
• Exponerlo a discusiones adultas.
• No ser coherente entre los adultos con respecto a lo que se le dice al niño.
• Hacerle cumplir funciones a las que aún no está preparado.
• Rechazar o negar algún comentario acerca de algo que los chicos vieron o
escucharon.
Eso altera la percepción de la realidad y hace que no crean en lo que ven y sienten
Criar con autoridad no es lo mismo que ser autoritario. Mediante el autoritarismo
podemos obligarlos para que realicen cosas, someterlos a nuestra voluntad, pero de esta forma no logramos que lo entiendan, lo aprendan y lo incorporen.
Por el contrario, tener autoridad frente a nuestros hijos, implica ser guías en su camino para acompañarlos en su crecimiento.
Para poder transmitirles lo que queremos enseñarles, debemos de mostrar con la
palabra y las acciones nuestras ideas y decisiones. Debemos dar el ejemplo en nuestro actuar.
Somos sus modelos a seguir. Hay que recordar que nos observan todo el tiempo y tienden a incorporar y repetir lo que ven. Poner límites y enseñar sus responsabilidades es parte del rol del adulto.
Los adultos somos los responsables de guiar y acompañar a nuestros hijos en su
crecimiento. Los límites y berrinches son parte fundamental en su desarrollo, como lo
atraviesen estará en nuestras manos.
La próxima semana cómo atravesar los berrinches junto a ellos gracias por leernos!!
Hasta la próxima!!
Lic. Magigie García Menéndez
Psicóloga Especializada en Desarrollo Infantil y Crianza
@crianza_compartida
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