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LIMITES Y BERRINCHES [Segunda Parte]


 

Anteriormente hablábamos de autoridad y autoritarismo y en relación directa con estos conceptos están los límites y cómo manejarlos sin que sea ésto una imposición...


Cuando ponemos límites los ayudamos a aprender a esperar, fortalecer su personalidad

y los preparamos para las frustraciones que deberán enfrentar en sus vidas, además de

enseñarles a darle lugar a las necesidades de los demás. Hacer las cosas por ellos, sea por

querer hacerlo perfecto, para terminar más rápido o bien para ayudarlos o protegerlos, se

convierte en una actitud autoritaria. De esta manera les estamos imponiendo la forma de hacer algo, priorizando nuestras necesidades y no las de ellos.

Actuar de esta forma, afecta su confianza y habilidades para poder desarrollarse de manera autónoma.


Los límites son el proceso de enseñanza por el cual se explica a los niños las cosas que

se pueden o no hacer, los lugares y los momentos en los que pueden hacerlo. Son como

barreras dentro del cual el niño puede moverse libremente, sin riesgos.

Les brinda un soporte y los ayuda a fortalecerse emocionalmente, siempre y cuando sean explicados con claridad.

Las madres y padres tenemos la responsabilidad en la crianza de nuestros hijos, somos

los que respondemos por ellos y los cuidamos, aunque a veces no les guste.

Mantener una relación cercana, de confianza y comunicación no quiere decir que seamos sus amigos: somos sus madres, padres o cuidadores y, desde esos roles, podemos ejercer una autoridad sin autoritarismo.


Lleva tiempo que los chicos incorporen los límites, esto suele generar frustración y enojo

en los padres. La paciencia es un aspecto fundamental en esta etapa, con el tiempo los niños internalizan los límites que se han ido repitiendo. Ellos pueden reconocer lo que está bien y lo que está mal antes de los 3 años, pero recién después de esa edad es que pueden entender las consecuencias de sus acciones.


Cuanto más pequeños son, más debemos acompañarlos en la puesta de límites, sin

esperar que respondan por sus propios medios.

La palabra tiene que ser acompañada con una actitud corporal, si bien es necesario poner en palabras las cosas que el niño no puede realizar, es importante que vaya en conjunto con el límite corporal donde el adulto debe alejar al niño de las situaciones de peligro o quitarle aquellos objetos que no debe tomar.

En las situaciones donde nos sentimos desbordados debemos frenar, pensar y tranquilizarnos antes de actuar.

Las normas deben ser pocas, pero las necesarias. Debemos comunicarlas de forma

clara y amorosa, teniendo en cuenta la edad y momento madurativo de cada niño. A su vez,

algunas de ellas irán cambiando en la medida que el niño va creciendo. Cuando los niños están a cargo de varios cuidadores (padres, abuelos, tíos, niñera), es importante consensuar en las normas que se van a transmitir para mantener una coherencia en su ecuación y no crearle confusión al niño.



Tips para poner límites


• Utilicemos los límites en situaciones concretas y en el momento en que suceden. Seamos

claros al transmitirlos.

Por ejemplo “Deja de jugar y vení a comer ya”, podemos decirles: “Ahora es hora de comer. Después de comer, podés jugar”.

• Dejemos que ellos puedan tomar algunas decisiones acorde a la edad.

Por ejemplo: elegir la remera que se quiere poner. Darles autonomía ayuda a que vayan creciendo, evita posibles berrinches y sirve como forma de negociación.

• Cuando se trata de temas de salud o seguridad no se negocia ni se pregunta. Tratamos de transmitirles con claridad y respeto.

• Estemos atentos a no calificarlos con adjetivos (“Sos malo”, “Sos tonto”) sino referirnos a las acciones que están mal (“Estuvo mal que pegaras a tu amigo” o “No me gustó que tiraras la comida al piso. Si no te gusta, me avisas o la dejas en el plato”).

• Evitemos enojarnos con su enojo o usar amenazas y represalias (“Dejá eso o me voy a

enojar”, “Si no venís para acá ya, la vas a pasar mal”), ya que pueden generar angustia y no

ayudan a que los niños comprendan el motivo de nuestra reacción.

• Todos nos equivocamos. Tener en cuenta esto nos ayudará a aceptar que ellos también se

equivocan y somos nosotros los que tenemos que ayudarlos a reparar el error que cometieron.

Tengamos en cuenta que ellos aprender de la observación, por lo cual, es bueno que nosotros pidamos disculpas cuando nos equivocamos o cometemos errores.

•Evitemos preguntarles sobre cosas que ellos no pueden decidir.

Por ejemplo: Querés un hermanito? ̈ o ̈Querés ir al colegio hoy? ̈


Por lo tanto, los límites son importantes porque:


• Fortalecen emocionalmente a los niños y los preparan para la vida.

• Limitan la acción o conducta en el aquí y ahora. Enseñan a esperar.

• Permiten contener la agresividad natural de los niños.

• Los ayudan a darse cuenta de la existencia de otros, a pensar en ellos y respetarlos.

• Facilitan la creación de hábitos y rutinas.

• Anticipan y marcan hasta dónde se puede llegar.


Dentro del desarrollo normal del niño, alrededor de lo 18 meses, suelen aparecer los

berrinches. Es en esta etapa donde se diferencian del adulto, el niño necesita mostrar sus

intereses y deseos, manifestarse separado del adulto. Por la limitación en los recursos para

comunicarse y expresarse, lo hacen a través de llanto, gritos y pataletas.

Es posible que lo que el niño está pidiendo no sea correcto, en ese caso, en vez de

sofocar ese deseo, lo mejor es explicar y darle alternativas de comportamiento.

Los niños no entienden porque no se les deja llevar a cabo sus ideas o deseos, y esta será la razón de muchos berrinches y problemas de convivencia en el hogar.

Es fundamental entender que los berrinches no nos los hacen intencionalmente a

nosotros, sino que son partes del crecimiento. Partiendo de esto es que vamos a poder

acompañarlos y tomarlo como una oportunidad para que crezcan y aprendan a defender sus ideas y negociar.

En algunos casos, los berrinches pueden ser prevenibles, como por ejemplo los que

están asociados al hambre, sueño o autonomía, estos podrían ser anticipados y evitados o bien minimizar su impacto. En otros casos, si bien pueden ser prevenibles, no podemos evitarlos porque están implicadas cuestiones de seguridad (cinturón del auto, dedos en el enchufe) o salud (lavarse los dientes, bañarse).


Anticiparse


• Llevar siempre algo de comida en el bolso (fruta, galletitas, agua)

• Si está cansado, tener la posibilidad de ponerlo en el cochecito o en brazos para descansar.

• Evitar los espacios con mucha gente donde el niño pueda sentirse agobiado.

• Evitar llevarlos todo el día de un lado al otro. Fuera de su espacio y rutinas pueden sentirse incómodos y cansados. Anticipar siempre los acontecimientos, hablarles y contarles que es lo que vamos a hacer.


Respetar su autonomía


A medida que el niño va creciendo, adquiere la capacidad de realizar cosas por sí mismo. Esto le brinda seguridad y satisfacción. Es importante permitirles que hagan algunas cosas, acorde a la edad, por sí mismos. Esto podría darse en el momento del baño, la comida o para vestirse.

No implica dejarlos solos, sino acompañarlos permitiendo que sean ellos los protagonistas.

Cuando necesiten ayuda lo van a pedir, en ese caso estamos habilitados para intervenir, pero a su vez la intervención tiene ver con animar, apoyar, acompañar y escuchar.


Moderar el uso del “NO”


El NO debe ser utilizado en las situaciones en las que realmente debemos limitar el

comportamiento del niño. Si al finalizar el día nos damos cuenta que utilizamos todo el tiempo el NO, debemos revisar los límites que ponemos, no podemos limitarlo en todo y tampoco pretender que incorporen todo junto. El uso constante del NO es detonante de las rabietas, lafrustración es inevitable.


Descargar adrenalina


Una forma eficaz y divertida de evitar los berrinches es a través del juego “a lo bruto”, es decir, juegos que permitan la descarga de la energía de todo el día. Por ejemplo, cosquillas, jugar a perseguirse, saltar, bailar. Cuando está comenzando la rabieta, buscar distraerlos con juegos y risas puede ayudar a minimizar o evitar el enojo.


Buscar tiempo de calidad para estar con ellos


Los berrinches también se manifiestan cuando los chicos sienten que no pasamos tiempo con ellos o bien estamos pero no ponemos la atención en ellos. Para esto, podemos destinar algún momento del día para estar con ellos, jugar, prestarles atención, escucharlos.


Controlar nuestras rabietas


Es inevitable los sentimientos negativos hacia nuestros hijos cuando aparecen los berrinches, lo cual, además, nos genera culpa. Demos lugar a las rabietas, acompañemos su frustración, permitamos que se expresen. En caso de sentirse desbordado respirar, tomarse un vaso de agua, contar hasta 10, alejarse para poder recuperar la calma, delegar a otra persona si estamos acompañados. Siempre es mejor la retirada que el grito. Y si el grito ocurre, pidamos siempre disculpas.


Nombrar los sentimientos


Una vez que logramos calmar al niño y calmarnos nosotros es importante poner en palabras los sentimientos que se manifestaron a través del berrinche. Esto ayudará a que poco a poco vaya adquiriendo una nueva herramienta para expresarse a través de las palabras.


Proteger a nuestros hijos


En el momento del enojo les cuesta mucho salir de ese estado, no es momento para las

explicaciones. Es importante mostrarles que comprendemos su malestar, darles tiempo a que se calmen y luego, de acuerdo a la edad, hablaremos de lo sucedido. En plena rabieta, lo único importante es protegerlos y acompañarlos. Muchas veces se manifiestan pegando, gritando o lastimándose a ellos mismos. Para cuidarlos hay que mantenerse firmes, frenar la agresión con firmeza y dulzura.


Validar los sentimientos de nuestros hijos


En el medio de una rabieta, nuestra frustración y la de nuestros hijos son máximas, pero si lo

pensamos fríamente, un conflicto evidente, que se muestra, es mucho mejor que uno latente, que no se manifiesta. Como adultos, debemos validar todos los sentimientos.

En la crianza el verdadero desafío es saber acompañar los sentimientos que en principio son negativos.

La tristeza, el enojo, la frustración, la rabia, los celos son emociones igual de válidas que el resto.

Aceptémoslas y ayudemos a nuestros hijos a aceptarlas también.



Los adultos somos los responsables de guiar y acompañar a nuestros hijos en su

crecimiento. Los límites y berrinches son parte fundamental en su desarrollo, como lo

atraviesen estará en nuestras manos.


¡Hasta la próxima!


 

Lic. Maggie García Menéndez

Psic. Especializada en Desarrollo Infantil y Crianza

@crianza_compartida


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